Este recorrido, exigente por la distancia y el desnivel, se introduce en plena sierra, en las cotas más altas del municipio de Motril y nos ofrece unas vistas espectaculares como premio a nuestro esfuerzo. El primer objetivo de esta ruta es La Garnatilla, bello y fotogénico anejo motrileño conformado por dos barrios de casas encaladas. Si bien existe una carretera asfaltada que nos conduce hasta dicha población, nosotros pedalearemos por la cota 100 y, atravesando la rambla de Puntalón, llegaremos al Llano de La Garnatilla a fin de ver el conjunto de fincas agrícolas de la zona y algunos cortijos tradicionales. La Garnatilla, la pequeña Granada, merece una parada prolongada. La iglesia de San Cecilio (1797), la fuente del barranco, el barrio de Triana, el lavadero de Ayacaraso la era-mirador con las viejas piedras del molino son algunos de los lugares de interés que nos ofrece esta bella localidad en donde no es raro encontrarse alguna fiesta vecinal durante el fin de semana, destacando además la celebración del día de la Cruz, el 3 de mayo, y sus animadas fiestas patronales a finales de julio. Nuestra ruta continúa por la pista forestal que sube hasta el conocido cerro Conjuro y era el tradicional camino entre Motril y Lújar. Son seis kilómetros de continuo ascenso entre pinares de repoblación y matorral mediterráneo que nos va ofreciendo una amplia panorámica del litoral. En el camino, además del histórico cortijo Oliver, hay un par de puntos de interés: el cortijo Burgos con los restos de un sorprendente acueducto de ladrillo entre los pinos y, sobre todo, el cortijo Alcántara. Se trata de una hacienda forestal de principios del siglo XX, antaño habitada por dos familias, que contaba con corrales, pajar, huertas, una era de trillar y en donde destaca el ingenioso sistema de captación y conducción de agua formado por un pozo, aljibe y alberca, dignos de admirar. Es éste el lugar ideal para reponer fuerzas antes de afrontar el resto del recorrido–hay agua en la fuente dela víbora- que nos introduce en la Sierra del Jaral, en concreto en la zona de Las Peñuelas que, con sus continuas quebradas, es el auténtico paraíso de los jabalíes. Durante cinco kilómetros casi llanos, en plena paz y soledad, pedaleamos tan sólo acompañados por los molinos de viento y abrigados por los pinos y otras especies como enebros, palmitos, sabinas o coscojas que conforman un bosque de gran valor medioambiental. Un mojón al final de la pista, excelente mirador de toda la zona, nos marca el inicio de una bajada, empinada y peligrosa, hasta Los Tablones, en concreto hasta el cortijo de la Herrería en donde iniciaremos una pequeña subida hasta el pinar de Cuatro Caminos para, ya definitivamente, dejarnos caer hasta Motril.